miércoles, 30 de abril de 2014

25M, Erecciones europeas


 Cómo son las palabras. En España erección y elección, diccionarialmente hablando, están próximas, y en la vida peatonal también, desgraciadamente.  Parece que supieran donde íbamos a terminar.
Estamos camino del 25M, día de votación para formar el parlamento europeo, y hasta ese día la mayoría de los polític@s  se van a mostrar firmes, dur@s, sincer@s y ofreciendo de todo: Que yo te meto a ti lo que haga falta, que te doy una jubilación pa siempre, que si eres importantisim@, que te pongo un piso social y te mantengo, que te saluda cuando antes no te hacía ni puto caso y si podía te engañaba…..en fin una campaña de conquista en toda regla. Y tú vas y dejas que te metan la papeleta en la urna. Una cosa rápida…..la muerte dulce le dicen, ¡Ah, no, que me lío!, el ejercicio del voto. Y ahí se acabó todo. No sé qué pasa en esa urna que todo lo que se mete germina menos que un árbol de castañas pilongas dejando caer sus frutos en el duro útero del asfalto urbano.
Al día siguiente: Si te he visto no me acuerdo: Al Parlamento en masa más cerca de unos quilómetros ni acercarse, no se puede hablar contigo si gritas e insultas, pa eso están los tribunales y así. Estos conquistadores del privilegio y el señorío político te han olvidado.
 Jodid@ y burlad@.
Y lo peor. No habrá otras erecciones europeas hasta dentro de cinco años.  Como para andar necesitado de cariño de parlamentario europeo.
Bueno consolémonos, que pronto tendremos las erecciones municipales, que es como hacerlo con el de toda la vida, aquel con el/la que ibas al parvulario, o las autonómicas que es como que te burle el señorito de la capital o las generales que es como si en una fiesta te embelesa el/ la más rumbos@ que luego resulta que es el/la más mentiros@.
 Resumiendo, cada año o año y medio una erección que promete mucho y luego nada. Que los políticos no se casan niñ@, que te decía tu abuela. Y nosotr@s sin enterarnos.
¿Y mientras? Pues la pura masturbación del cabreo, la manifestación, la indignación y unas cuantas proclamas que te dejan insatisfech@ y pensando que no, que no era eso lo que te contaban.
Casi se me saltan las lágrimas. Si dicen que nos quieren que vengan a vernos de vez en cuando, a ver como andamos, a ver si nos han urbanizado mal un boulevard, a ver si nos están jodiendo con la sanidad, a ver cómo va lo de las becas y cosas así, del día a día. Que nos lleven al cine. O al teatro. Pues no. Les vemos por televisión y nos decimos a nosotros  mismos,
- Mira, ése es tu diputado.
-¿Y cuando vendrá a casa?
-No puede tiene mucho trabajo. Ya lo veras en las  próximas erecciones.
Una pena. Pudiendo ser una familia tan bien avenida. Con el sueldo y las dietas que ganan, lo bien que podíamos tener la casa y no andar con esta desconfianzas.
Claro que también empieza a pasar que la paciencia se agota y el mal tono y los gestos agrios salen a la luz. Huevazos, insultos, zarandeos, puñetazos. La típica reacción de l@s ciudadan@s maltratador@s, que dicen ellos.
En total, que el 25 M nos pondremos guap@s como en cada erección, iremos ilusionad@s, esta vez sí, y dejaremos que una vez más nos la metan previa identificación y al día siguiente despertaremos y los muy malandrines ya estarán camino de Bruselas.
Es la historia del ciudadan@ de España: En casa y con la pata quebrá.

jueves, 17 de abril de 2014

España no caga nada.



Tal como suena. Ahora lo explico. Estaba yo escribiendo una reflexión moderada, bienestante y digerible sobre lo que les cuesta a nuestros dignatarios dimitir y la iba a intitular “Dimisión. Una asignatura pendiente”, y decía así.

 Dimisión: Acción de dimitir.
Dimitir: Renunciar, dejar el cargo que se desempeña.
Nada más. O sea, un día dimites y al siguiente no tienes que ir a trabajar...y, vale, puede que arrastres durante un tiempo el sambenito de haber fracasado, de ser un corrupto y un sinvergüenza, o de haber llevado a un país a la debacle, pero... bueno, algún coste tiene que tener el no haber hecho bien tu trabajo, ¿no?, digo yo.
Y Santas Pascuas. Y como el tiempo todo lo cura…..pasados unos meses o unos años…puedes intentar volver a lo que hacías si te apetece y ser otra vez un corrupto, un sinvergüenza o un incompetente…lo que te apetezca….incluso puedes intentar actuar correctamente.
Entonces, ¿Por qué en España no se dimite? ¿Por qué vivimos tan aferrados a los cargos? ¿Tan  simple y aburrida es nuestra vida personal que necesitamos el plus que nos proporciona un cargo para poder soportarla o soportarnos?
Tan parecidos que somos a los italianos y que poco hemos copiado en ese aspecto de ellos. En Italia la dimisión es tan cotidiana que en los años convulsos en los que había un gobierno cada mes, más o menos, seguramente te encontrabas con un colega y no sabias si acaba de dimitir o eso había sido ayer y hoy ya era otra vez ministro o lo que fuera, que podía llegar a pasar que dimitieses de ministro y acabases siendo Presidente de la República, Giulio Andreotti mismo. Yo esto siempre se lo he envidiado a los italianos, ese “savoir-faire”, esa desfachatez para admitir su debilidad humana.
A mí, para España, no me gustaría este vaivén italiano, pero una cosa intermedia estaría bien, sería de agradecer por los ciudadanos, que mejorarían su autoestima y empezarían a pensar que son más que meros “monigote pegado a una urna”.
¿Qué no es para tanto? Veamos.
Nuestros parlamentos autonómicos están sembrados de diputados, o sea representantes del pueblo español,  imputados en casos de corrupción. Y ahí siguen.
El presidente de la patronal madrileña, o sea representante de los empresarios madrileños, y vicepresidente de la patronal española, o sea la organización que representa a todos los empresarios españoles, dos cargos, está embargado por no pagar a Hacienda y la Seguridad Social. Y ahí sigue.
El Presidente del gobierno español o Primer Ministro, que representa a España allá por donde va, le mandó a Bárcenas, su tesorero corrupto, un correo en el que le decía “aguanta, se hace lo que se puede” y no ha cumplido la mayoría de las promesas que le hizo a los españoles para que lo votaran, dos cargos. Y ahí sigue.
El rey de España, que representa a España, como su propio nombre indica, por las cacerías a las que va y harenes, digo arenas, que pisa, tiene un yerno que es un golfo, imputado, a punto de ser juzgado y lo ha dejado irse a Suiza. Podía tranquilamente  abdicar, dedicarse a cazar mariposas en los Emiratos Árabes y dejar que su hijo pletórico y por ahora incorrupto sea rey. Pero no, ahí sigue. Y yo podía seguir así hasta llenar tres o cuatro folios DIN A4 con la minuciosa letra de Robert Walser y no acabaría.
¡¡¡Y no dimite nadie!!! Cuando en otros países te cogen haciendo una pildorilla y tienes que hacerlo. ¿Que somos una raza especial?
Animo a estos indignatarios públicos a que hagan de tripas corazón y dimitan, que los primeros serán valorados en su justa medida y tenidos como aventureros o descubridores de una nueva moral. Hasta se le puede dedicar una calle. O una Plaza. Plaza del diputado X que voluntariamente dimitió al ser acusado de corrupción y devolvió la vergüenza a un país. En fin, Pilarín, que la vida es un patín.

Bueno, pues acabada la reflexión, mi abuelo la lee y ni corto ni perezoso me dice,
-Muy blando, muy comedido para tanto golferio. Ahora verás.
Renqueando le veo camino de su Olivetti analógica y como inmediatamente oigo teclear pues me dispongo a esperar. A los pocos minutos esto es lo que me presenta ufano,

“España no caga”, leo en el título. Vamos bien. Veamos.
Durante la dictadura de Franco, nuestros problemas de transito moral, que no intestinal, no existían pues vivíamos inmersos en la mierda.  Conseguíamos sobrevivir porque nuestro olfato se había atrofiado y ya ni apreciábamos el olor nauseabundo de los plebiscitos al 99%, ni que el alcalde, el sargento y el cura del pueblo fueran gratis a todos los sitios, ni que el rico del pueblo fuese el más zoquete que una vez tuvo un ascendiente listo y que las mujeres necesitasen el permiso de su amo para vivir. Algunos, de olfato persistente, tenían que irse del país si no querían quedarse sin él, sin el olfato, digo. Otros iban de cabeza a las cárceles donde también olía a mierda, pero ésta de verdad, de la del culo, que es como más natural y con tener una ventana abierta desaparece. Y no la del alma, que ésta se pega y no hay manera.
Al llegar la Democracia, se impuso la necesidad de, lo primero, construir un buen sistema de alcantarillado que permitiera que toda la inmundicia de años pasados no nos siguiera inundando.  Todo el sistema fue llamado La Transición. Se creó una Constitución, un Estatuto de los Trabajadores, se dio licencia a los territorios para que cada uno limpiara lo suyo y a su manera. O sea, todo muy guay.
¿Pa qué? Pa ná. Está todo casi impoluto. ¿Por  qué? Porque no hacemos uso de ello.
¿Y qué pasa con la mierda? Que nos la aguantamos.
Estamos a punto de reventar.
No estamos acostumbrados a cagar en público. Nos cuesta. Se nos hace un nudo en el esfínter y nada. Y eso que hemos visto, por ejemplo, como los USA, país espejo por antonomasia, ha cagado hasta un presidente, Richard Nixon se llamaba. Pues nada, nosotros estreñidos. O como en Alemania, que cagaron a otro presidente que después resulto que no era una mierda, Christian Wulff se llama, pero con los alemanes ya se sabe, el orden es el orden.
No estamos convencidos de nuestro cuerpo democrático. Nacimos dictados y las maneras y costumbres de los demócratas no son aún ajenas. Ciertas partes de nuestro cuerpo no funcionan bien. Como si no estuviéramos bien engrasados. El intestino público cada vez está más lleno. La mierda se garra a los bancos de los parlamentos, a los sillones de los ayuntamientos y demás acomodos públicos como si fuesen lapas. Se impone que el resto del cuerpo empiece  a apretar. Si no, el peligro se implosión puede ser terrible. Destructor al máximo. Porque cuando eso reviente, el sistema de alcantarillado no va a dar abasto y las consecuencias van a ser imprevisibles. Un hedor terrible.

-Abuelo- le dije- esto no puede ser.
-¿El qué? ¿Lo que he escrito o lo que está pasando?
No supe que contestarle y tuve que admitir que las dos reflexiones se complementaban. Pero surgió un problema. ¿Qué título le pondríamos?
-Yo creo que el mío es más adecuado. Se entiende y no da para descalificaciones por grosería y demás atentados contra el buen gusto-le dije.
A lo que el argumentó,
-¿Quién paga con su pensión esta casa en la que vivimos?
Me convenció. Por eso esta reflexión se llama como se llama, no por otra cosa. Yo he añadido “nada” al título, por añadir algo.

lunes, 7 de abril de 2014

El friqui como unidad de medida



El friquismo es una tentación siempre presente en el ser humano. Este comportamiento se caracteriza por falta de conveniencia, falta de responsabilidad, indiferencia ante el ridículo y un desprecio total por las normas. O sea lo que viene a ser la conducta de un niño hasta cumplir los seis o siete años, edad en la que empieza a guardar cierto recelo y respeto por el comportamiento de sus semejantes adultos.
Lo de la provocación, en el friquismo, no lo veo como algo esencial. Creo que es un añadido que ha traído la actualización de este tipo de personas en el siglo XX. Momento álgido de estos individuos. Así como cualquier actividad comercial ha tenido que evolucionar para estar presente en el mercado, objetivo ineludible para cualquier negocio, el friquismo, una vez descubierta su faceta crematística y social, se ha sumado a lo de prosperar o morir. Porque en el pasado el friqui huía de la presencia de sus semejantes y si se veía  obligado a permanecer entre ellos adoptaba actitudes huidizas e incluso propias de autistas.
Mientras  esta actitud se ha mantenido como algo marginal, dada a la ridiculización y los miembros que la adoptaban eran tenidos por retrasados, tontos, idiotas, imbéciles, ignorantes, alelados o simplemente gilipollas pues ha carecido de atractivo para el resto de los seres humanos y muchas veces han sido expulsados del seno de la sociedad o incluso crucificados.
Con la llegada de los medios de comunicación a las masas, estos individuos no saltaron rápidamente a la fama, e incluso en los comienzos parecía que adoptaban ante estos medios una posición semejante a la que tenían en sociedad, residual y en plan secundario, de relleno. Pero ha sido en estos últimos lustros, dado que empezaban a levantar expectación y a elevar las audiencias, cuando la caza y contrato del friqui se ha convertido en una epidemia. Aparecen como setas y muchas veces se puede uno dar cuenta de que hacen profesión de fe. Con lo que no me extrañaría nada que un tiempo cercano se creen escuelas para aprender a ser friqui.
Pero no es mi intención dar aquí una charla sobre esta actitud frente a la vida, no. Yo de lo que quiero hablar es de cómo cuando una corriente se crea es inevitable que se lleve girones de vida, incluso vidas enteras o que influya de manera determinante y alarmante en diferentes sectores de la sociedad o en personas de elevada responsabilidad en dicha sociedad.
Pasa con todo y se llama crear tendencia.
Por poner un ejemplo: no hay manera más incomoda y antiestética de ponerse la gorra que cómo se la pone Neymar, el jugador del Barça, y sin embargo hoy es habitual ver a muchos jóvenes y no tan jóvenes haciendo el ridículo y con la gorra a punto de caérseles.
Pues con el friquismo pasa algo parecido. Esta actitud ya de por sí es muy atractiva. A todo el mundo le encantaría ser friqui en algún momento pero no todo el mundo puede serlo. Para ser friqui se necesita nada y eso es algo muy difícil de conseguir porque todo el mundo tiene algo. Pero eso no es óbice para que, si no en su totalidad sí a ráfagas, caigamos en la tentación de friquear. Algo que con el éxito obtenido por algunos friquis se ha convertido en una práctica que comienza a ser habitual y alarmante. Alarmante cuando la tentación empieza a hacerse visibles en personas de cierto relieve.
Porque una cosa que no casa nada con el friqui es la responsabilidad. Es más, el friqui se pirra por la irresponsabilidad  y es uno de sus atractivos.
Y aquí es donde quería llegar. Que ya estoy. La tendencia al friquismo de nuestros políticos y mandatarios más señalados. Me parece que empieza a ser preocupante.
Cuando se acaba de darle un mazazo a la Doctrina Parot desde Bruselas, lo que traería como consecuencia la excarcelación de etarras que habían asesinado en Democracia y nuestro primer Ministro contestó: “Está lloviendo mucho”, ¿No es eso friquismo? Imagínense diciendo eso a Paco Clavel o a Fernando Arrabal, friquis con solera. ¿A que cuadra?
O cuando se le ocurre dar una conferencia tras una televisión de plasma. O cuando le manda un SMS de “aguanta se hace lo que se puede” al corrupto Bárcenas. O cuando se aproximan las elecciones europeas y todavía no ha decidido quién será el cabeza de lista. O cuando se rompen los discos duros con todo el asunto de Bárcenas. Y así unas cuantas. Claro que tuvo buenos maestros en  sus predecesores, en el partido y en el gobierno. Aznar rompió moldes de friquismo con aquello de “a mí quien me va a decir si bebo o no bebo vino”, que hubiera estado bien para un marinero recién desembarcado después de seis meses de singladura pero no para todo un Primer Ministro. O cuando se puso a hablar con acento mexicano en los USA, ¡híjole!. Zapatero nos dejó patitiesos con aquello de la banca más  solvente del mundo, o cuando nos dijo que no había crisis y ya estábamos acojonándonos. Como se ve todas estas intervenciones son más propias de los Morancos o de José Mota. En su faceta profesional, claro.
He puesto los ejemplos punteros. Porque en realidad cada día nuestros políticos no se cansan de surtirnos con  pecados friquis. El PP tiene un buen ramillete de friquis. Incluso hacen grupos para pasarlo mejor y van nueve diputados del PP y votan a favor de la consulta sobre la independencia de Catalunya. ¡Insuperable!.O la última, la de Doña Esperanza Aguirre. Huyendo de la policía municipal de Madrid. ¡Quién da más! En fin, Wert, Alonso, Cospedal, de Guindos, Floriano……..interminable. Claro que los socialistas no se quedan atrás. Pere Navarro es de los más adelantados. O  Gaspar Llamazares demostrando públicamente lo bien avenido que está con un partido en el que sigue militando y al que pone en boca de verduleras cada dos por tres. No me olvido del friqui real o de los friquis nacionalistas, sobre todo de los catalanes.
 Y esto, si se piensa bien, pone los pelos de punta. Porque estos individu@s manejan nuestro país, tienen en sus manos nuestro dinero y además les pagamos cojonudamente.
Seguramente habría que darles un toque de atención y decirles que si lo que desean es apuntarse a Sobrevivientes, a un Príncipe para Laura, a Sálvame o a parecidos paraísos para friquis que lo hagan. Porque no harían más el ridículo de lo que lo hacen ahora y lo que es mejor dejarían de jodernos la vida. Igual en las sucesivas citas electorales podíamos dejarles algún recado. Digo yo.
Mi abuelo se ha leído lo que acabo de pergeñar y se ha ido a mear pensativo. Cuando ha vuelto, me ha dicho,
-¿Entonces un friqui es unidad de medida en el Sistema Internacional o en el Técnico?.
-En el Internacional, abuelo- he contestado rápidamente y con seguridad, pensando en Berlusconi- En el Sistema Técnico un friqui equivale a un político. Pero no te lo aprendas, abuelo, porque el Sistema Técnico cada día se usa menos.