miércoles, 8 de octubre de 2014

España, dónde las enfermedades son síntomas.



Alguno, al leer el título, dirá con cara de fastidio: Otro listillo hablando del ébola. Y sí, a lo de listillo, pero no a lo del ébola, aunque un poco, pero sí sobre todo  al virus que tenemos en España y que no somos capaces de sacarnos de encima. No encima, si no virus. Aunque sí encima, porque es dónde están siempre los más incompetentes y más incapaces de nuestros compatriotas. Encima del pueblo llano, robándolo y burlándose de él. En la política, en las empresas, en el arte, en la sanidad. Nunca hasta ahora hemos cumplido eso de conseguir que “los mejores estén en los puestos de más responsabilidad”
No sólo no hemos conseguido esa máxima sino que estamos lejos. Andamos por “los más familiares”, “los más conocidos”, “los más serviles”, “los que más adecuados a nuestros intereses”…etc., etc. Aquí, en España, la célebre ley de Murphy: “Uno va ascendiendo en una empresa hasta que llega al puesto en el que peor lo hace y ahí se queda”, está de más.  Porque, en España, a algunos los ponen ya directamente dónde son unos inútiles.
Se pensará que nada tiene que ver el hecho de que a un juez que quería castigar a un atracador de cajas de ahorros lo hayan condenado a 17 años de inhabilitación para el cargo  con el hecho de que una de las enfermeras que atendió a los dos sacerdotes contaminados del ébola haya terminado contaminada. Cuando son síntomas del mismo arraigado virus que no suelta la piel de toro desde hace siglos. Concretamente desde que la Ilustración, la Reforma o la Revolución Francesa pasaron y nosotros no nos metimos en vena la correspondiente dosis.
Y no es porque no sepamos que estamos enfermos. Sólo que hay echar mano de la hemeroteca y leer el temor de muchos de nosotros a que el juez Elpidio Silva acabara como el juez Garzón o el temor que despertó en nosotros el que trajeran a los monjes contaminados……Y es que no tenemos confianza en nuestra salud. Se advirtió de la entrega del poder judicial a la oligarquía del país, y ahí está el juez Elpidio Silva. Se advirtió de lo poco preparado que estaba el Carlos III para este virus, y ahí está la enfermera, y lo que puede venir. Somos como aquel enfermo aquejado de una dolencia crónica resignado y que va tirando como puede.
Porque ese es la otra parte de nuestro mal. Lo resignadamente que lo llevamos.
Cuando un cuerpo está enfermo, el sistema inmunológico se pone en estado de alerta y no cesa de combatir el mal hasta aniquilarlo o perecer en el intento.
El sistema inmunológico de España no da señales. Vocea mucho: ¡Qué voy y te meto! ¡Qué si a mí no me lo dices ahí fuera y a la cara! ¡Que tú no me conoces a mí cuando me encabrono! y lindezas de parecido cariz. Pero luego llegan las elecciones y el voto……… a los de siempre.
¿Sucede que tenemos miedo a la salud democrática? ¿Sucede que somos órganos individualistas que esperamos salvarnos metiéndonos de extranjis en la parte enferma? No lo sé. Pero damos pena.
Una vez más estamos sumidos en una crisis.
En Catalunya se han destapado todas las mierdas que bajo la alfombra tenía una de las familias más significativas del nacionalismo catalán. Una herida en el pueblo y en la cultura catalana que tiene muy mala pinta. Yo creo que está infectada por demás.
En el poder judicial, un, lo que se podría llamar, remedio contra tanta injusticia y burla por parte del estamento oligárquico ha sido neutralizado por diecisiete años, lo que quiere decir de por vida profesional. Y van dos. A ver qué juez no anda con cuidado ahora.
En el poder político, se tomaron medidas incorrectas, se apartó de su lugar de trabajo a los profesionales más cualificados  y continuamos improvisando. Y con la muerte no se puede improvisar. Como consecuencia de ello estamos en la primera plana de todos los noticiarios del mundo. Las agencias de viajes tomando nota y nuestra industria solar temblando. Parece que más cerca que nunca de que “África de verdad empieza en los Pirineos”. Lo siento por Portugal.
Y para colmo siguen ahí esas decimillas, negras, ochenta y tres, en concreto. Ochenta y tres sinvergüenzas que nos avergüenzan, algunos, pensando que con que devuelvan lo que robaron nos vamos a contentar.
¿Qué cómo se puede parar esta hemorragia de decencia?
Hay muchos caminos, algunos muy poco recomendables. Pero antes de tener que cortar yo apostaría por cambiar de facultativos en las próximas elecciones.
En las europeas algo pasó. A ver si en las municipales conseguimos bajarnos la impunidad unos grados y luego ya en las generales mostramos una evidente mejora con las cárceles llenas de virus, cánceres y demás morralla contaminante de la democracia que todavía no hemos conseguido ver sana y rebosante de ciudadanía. Que así sea.

Posdata: Sólo falta que el perro de la enfermera, que no del hortelano, se escape por Madrid y tenga que venir en nuestra ayuda Ana Botella……y que tenga que explicarlo Ana Mato. O Mariano Rajoy. Y que Esperanza Aguirre y Alberto Gallardón salgan a apatrullar la ciudad. ¡Qué plantel!

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